lunes, 28 de enero de 2013

El laberinto

-Mi amor todo esta listo, mañana comenzamos unas muy merecidas vacaciones, la vamos a pasar muy de lo lindo, tu y yo, sin estrés, sin preocupaciones, con calma, relajación, hmmmm… que delicia, todo esto me excita-, recuerdo que me decía Miriam mientras se me acercaba, me masajeo con mucho cariño la espalda y me besaba la misma con mucha sensualidad, era inevitable sumarme a la excitación que ya había comenzado en ella. Una pareja normal, con una vida muy normal.

-Bueno, creo que voy a tener que considerar mas vacaciones de ahora en adelante-, le decía a Miriam mientras le daba vueltas nerviosamente en los bolsillos de mi pantalón a esa cajita negra que tanto nos hace temblar a los hombres y a las mujeres, a nosotros de pánico y a ellas de emoción.

-Qué insinúas bobo- respondía Miriam, mientras comenzaba otro embate emocional de besos, el cariño cedía ante la pasión que se avecinaba. No se percataba en lo mas mínimo que los nervios me estaban devorando. No tenia ni la mas nimia idea de cómo iba a decirle lo que estaba apunto de decirle a Miriam. Es increíble como uno practica estos momentos una vez tras otra y se imagina todos los posibles escenarios en nuestra mente y cuando llega el momento nos quedamos en blanco.

-Miriam…- fue lo único que pude gesticular, tras eso solo me quedo sumergirme en un profundo suspiro.

-Dime mi amor…- ingenua, me besaba el cuello, todavía no se percataba de nada.

-Tengo algo muy importante que plantearte…- esta vez mi nerviosismo se mezclo con una incontrolable ansiedad, trataba de ocultar el pánico al que me estaba enfrentando, pero no podía ni mirarla a los ojos.

-Qué tienes que plantearme- me contesto, esta vez acercando los parpados y frunciendo un poco el ceño lo que evidenciaba cierta curiosidad, era inevitable, pues una vez que te seduce el pánico es difícil que una persona que halla convivido contigo mas de un año no reconozca tus facies. Pero en su cara mas que emoción lo que se asomo fue intento de enojo.

–Andrés-, me dijo mirándome seriamente, -¿mañana nos vamos de vacaciones, verdad-. Sonreí un poco, me imagine lo que Miriam estaba pensando.

-jejeje, mi amor, no es eso… lo que yo quiero plantearte, es que tu consideres…- hice una pausa, respire profundo para tomar mas fuerza, la mire directamente a los ojos y cuando iba sacar la cajita negra del bolsillo de mi pantalón, -rrrriiiiiinnngggg-, sonó el teléfono. No hay en el mundo que mate con crueldad un momento especial que el desagradable timbre metálico de una llamada inesperada en un momento no deseado.

Miriam que estaba de pie, se acerco al telefono mirándolo como se mira a quien se quiere matar, espero un nuevo timbrazo –¿Quién demonios será a esta hora- sonó de nuevo, levanto el auricular con un desprecio… -Buenas noches- dijo no muy simpáticamente.

-Buenas noches- respondió la voz del otro lado, una voz femenina pero con cierto timbre extraño, -disculpe la molestia, ¿pero me podría comunicar con Andrés por favor?-.

-¿De parte de quién?- pregunto Miriam sin esconder que estaba molesta, -Karola- respondió la voz femenina de timbre extraño. Miriam me miro con una cara… -Andrés te llama una tal Karola- y me paso el teléfono.

-¿Quién?- pregunte extrañado.

-¡Karola, ¿estas sordo?- me dijo en su tono de voz desagradable, como si el culpable de la llamada era yo. No era de sorprenderse, pues no hay nada que trastorne el humor de una mujer que algo que le enfrié un momento especial.

-¿Karola? Que raro- pregunte muy extrañado, no me era nada familiar ese nombre, la única Karola que podía considerar en ese momento esa muy improbable que fuera la que estaba esperando que yo contestara, -¿Karola?- pregunte inseguro.

-Andrés, soy yo la amiga de Magdalena- me dijo.

-Muchacha… cuanto tiempo, ¿Cómo estas?- le pregunte extrañado, mientras tantos Miriam me miraba con una desagradable curiosidad, quién era esa tal Karola que le había matado el momento llamando a mas de la media noche.

-Andrés, lamento llamarte a estas horas pero es que…- se detuvo.

-¿Qué sucede? Le pregunte con cierta ansiedad.

-Es Magdalena, ha tenido un accidente y esta muy mal y como ella quería que al primero que llamaran si algo así le sucedía fuese a ti-.

-¿Pero y eso porque?- le pregunte anonadado.

-No se, ella solo me dijo que te llamara en caso que algo malo le pasará y que te dijera algo sobre Nicol-.

-¿Qué me dijeras algo de quién?-.

-De Nicol, su hija-.

-¿Nicol?...- me quede pensativo, -¿y qué te dijo, que me dijeras de ella?-

-Que te dijera que la niña era hermosa y que tenía los ojos de su padre. Andrés yo no se de que se trata todo esto, solo se que Magdalena esta muy mal...-

-¿de qué color tiene los ojos la niña?- le pregunte interrumpiéndola.

-Algo verdes-, me respondió sorprendida, pues me interesaba mas los ojos de la hija de Magdalena y no se como ella estaba.

-Karola, mañana estoy allá-. Le dije de repente sin darme tiempo a pensar lo que estaba diciendo.

Karola, atónita solo me dijo –bueno, nos vemos mañana entonces, a que horas vas a llegar-.

-No estoy seguro pero creo que sale un vuelo para allá a las 4 de la mañana, de ser así estaré allá en antes de las 10 de la mañana.-

-Bueno, Andrés, gracias por todo y disculpa la molestia, nos vemos mañana-

-para nada, no es molestia, gracias por avisarme Karola, nos vemos mañana-. Colgué el teléfono con una lentitud desesperante. A todo esto me había olvidado por completo de Miriam, toda esta conversación la había dejado despistada y algo asombrada.

-¿Andrés, qué sucede, quien era esa tal Karola?

-Era una amiga de Magdalena-

-¿Magdalena?-

-si. Es una vieja amiga, bueno mi mejor amiga en realidad, parece que tuvo un accidente muy malo y esta muy grave-.

-¿y por qué tienes que ir para allá, tu precisamente?- me pregunto extrañada.

-porque su hija esta sola aparentemente  no hay quien se encargue de ella- le dije, era en lo único que estaba pensando, en su hija, en Nicol.

-¿y por qué tienes que ir tu a velar por la hija de una amiga tuya- me dijo en un tono desafiante.

Mire directamente a los ojos, -precisamente mi amor, por eso es que tengo que irme para Sto. Dgo. Lo más pronto posible-.

-¿por qué?- Pregunto violentamente, -¿Por qué tienes que ser tu, porque no la atiende su padre?-.

Después de unos segundos de silencio y tras un apagado suspiro le conteste:

– Miriam, porque precisamente el padre soy yo-.

viernes, 18 de enero de 2013

Cucuyos

Donde están los cucuyos
que iluminaron mi infancia,
donde encuentro de nuevo
los colores perdidos
de la inocente inocencia.
El alcohol puede sin remedio
conservar mis neuronas,
pero el precio que pago
es el robo inefable
del matiz de mi infancia,
de la habilidad de usar la mente
solo para saborear fantasías
haciendo de la imaginación un juego
y no un laberinto de complicaciones
utilizado para razonar
pensamientos abstractos
que hacen de la realidad
un mito lejano
y difícil de disfrutar.
Facturas, deudas y recibos,
llamadas de alerta
y depósitos raquíticos.
Donde están mis cucuyos
que me protegían
de la infamia de este mundo.