Viéndolo desde el punto de vista mas práctico y menos complicado, y claro, partiendo de que “los seres vivos se diferencian de la materia inerte
en que reaccionamos ante los estímulos provenientes del medio”, pudiéramos presumir que el amor seria la construcción intelectual superior de un instinto, ya sea uno sexual disfrazando
una necesidad básica como diría nuestro queridísimo Freud, o una conexión espiritual que nos vincula por medio de la fe a algo que nunca
llegaremos a entender, o simplemente un instinto de preservación como les gustaría pensar a muchos de los seguidores de Darwin. Tomando en cuenta estas
cuestiones se pudiera pretender que el amor seria el producto final, de un
minucioso proceso milenario a partir de una ardua elaboración teologisante de filosofías sofisticadas y de un infinito orgullo banal de no reconocer de que
el amor nos es mas que una simple necesidad evolutiva de la selección natural. Aunque sinceramente, creo que sería demasiado aburrido deshacerse así nada más de la magia, del misterio con que se cubre a esa maraña de complicaciones que llamamos amor. La realidad o
mas bien el sentido común no nos permite, por suerte,
desintegrar un concepto tan abstracto en algo tan simple, no obstante estoy
seguro de que hay algo de cierto en que algo orgánico debe haber en los fundamentos del amor. Este sería nuestro gran dilema, como algo tan sencillo y
entendible acabó por complicarse de tal manera,
que hoy en día es intrincadamente
inexplicable. Por eso la pregunta detrás de esta inútil reflexión seria, qué es en realidad el amor.
Independientemente de lo que
piense cada quien creo que es sensato establecer que el amor sí parte de un instinto, ahora bien, qué es un instinto. Para Wilhem Stekel es la energía vital latente de cada individuo, o sea, sería la expresión del organismo vivo. Es
inmodificable, lo que cambia es la relación entre el individuo y su instinto. Es una dimensión constante que suministra o ahorra energía, lo que da la
apariencia de ser más fuerte o más débil. Otros no se complican tanto con cuestiones fisiológicas y tan solo conciben al instinto como “aquella fuerza que empuja”. Pero saliéndonos de este nivel fisiológico tan simple que nos pone al lado de cualquier
organismo unicelular y tratando de ver las cosas de la manera mas humana
posible pudiéramos considerar los instintos
como algo un poco mas complicado o mejor dicho, evolucionado. Todos sabemos que
después de unas varios millones de años de constantes experimentos divinos o de selección natural como les plazca concebir esta cuestión, se ha logrado integrar o complicar el instinto a
través de irritabilidades,
sensibilidades y percepciones, lo que han llevado a los simples instintos
iniciales a respuestas de constitución un poco mas sofisticadas, a lo que pudiéramos decir, en estos tiempos, “emociones”.
Utilizando con atrevimiento la
ley de la bipolaridad aquella que dice que al instinto positivo corresponde
otro negativo que va indisoluble ligado a aquel, de donde solo la unión de estos forma la unidad psíquica de la vida; pudriéramos creerle a Empédocles cuando nos afirmaba que
existían dos fuerzas que controlaban y
regulaban por completo el orden, tanto del universo individual (el cuerpo la
mente y el alma de ser humano, o simplemente micro universo), como el universo
total (todo el resto, o macro universo). Estas dos fuerzas serían el amor y el odio. Cuando opera el odio se
produce el caos y la desarmonía; se produce fragmentación porque las diversas partes que componen el
universo no están trabajando para el bien común. Pero cuando es el amor el que funciona entonces
hay integración, salud y por supuesto armonía.
Esto pudiera se un poco ambiguo,
porque a simple vista pareciera que lo que se nos quiere decir es que para
lograr un armonía en cualquiera de los universos
que se cuestionen hubiera que amar y odiar al mismo tiempo. ¿Quisiera esto dejar entre dicho que todo esto se
reduce a una simpleza tan sencilla que es demasiado complicado entenderlo? No
lo creo. De que todo es un eterno equilibrio de eso no hay duda; pero lo
importante de esta afirmación no es como concebir una idea de
ella sino como llegar a esa afirmación. Y precisamente para llegar a ella es obligatorio tener una idea
clara de que es el amor, ya que el odio además de ser grosero para desarrollarlo como tema, lo conocemos
exageradamente bien.
¿Será cierto que el amor no es más que una respuesta molecular ante una situación de selección natural? Creo que a esto Neruda respondería que “lo trágico de nuestra época, edad de los hombres solos,
es la negación del amor”.
Un salto al abismo
En cualquier diccionario ñeque busquemos el significado de amor vamos a
encontrar que es: “el sentimiento íntimo y profundo, la atracción hacia otra personalidad, comunidad o idea”… y así según la personalidad del diccionario.
Ahora bien, la cuestión no es negar dichas
definiciones, si no encontrar la causa o las causas de estas.
A lo largo del desarrollo humano
no ha habido ninguna esfera que no haya tratado de dar solución a la extraordinaria complejidad de este importantísimo fenómeno genérico, reacción molecular o sencillamente al “amor”.
Hay quienes consideran que el
amor se determina por la intersección en el mismo, como en un foco, de los contrastes entre lo biológico y lo espiritual, lo personal y lo social, lo
intimo y lo de importancia general. La religión hindú en sus “Ramas de Melocotón”, antiguo tratado didáctico, define la génesis del amor a partir de una fuerza de atracción en función de tres elementos. Dice que las pasiones del hombre tienen tres fuentes:
el alma, la razón y el cuerpo. Dice que de la
atracción de las almas se engendra la
amistad, de la atracción de la razón se engendra el respeto, de la atracción del cuerpo se engendra el deseo y que de la unión de las tres atracciones se engendra el amor.
Los griegos, quienes nunca se
cansaron de buscarle la quinta pata al gato, vieron en el amor ante todo una
fuerza unitaria y armonizadora y lo entendieron como fundamento del amor
sexual, de la concordia política y de la amistad. A partir de
esta concepción se hizo la sugerencia por parte
de Hesíodo y Parminedes que el amor
constituye la fuerza que mueve las cosas y las mantiene juntas. Luego Empédocles llamo amor a la fuerza que mantenía unidos los cuatro elementos, concibiéndolo como una esfera o una fase culminante del
ciclo cósmico, en la cual todos los
elementos quedan ligados dentro de la más completa armonía. Después vino Platón y dijo que el amor es conciencia, insuficiencia, necesidad y a la
vez deseo de conquistar y conservar aquello que no se posee.
Para Aristóteles en el amor se unen la tensión emotiva y el deseo: nadie es invadido por el amor
sino ha sido primeramente conmovido por el gozo de la belleza; pero este gozo
por si mismo no es todavía amor, pues existe solamente si
se desea el objeto amado cuando esta ausente o si se lo anhela cuando esta
presente. El amor que se encuentra ligado al placer, puede comenzar y terminar
rápidamente pero puede también dar lugar a la voluntad de vivir juntos y en este
caso adquiere la forma de la amistad. Saltando un par de siglos hacia delante y
analizamos lo que quiso decir San Agustín cuando dijo sobre el amor que era como “una vida que une o tiende a unir a dos seres” y a partir de esto el augustinismo define al amor como la conexión y el vinculo, por el medio del cual la totalidad
de las cosas se halla unida en inefable amistad y en indisoluble unidad; no es
mas que la versión católica de lo que ya Aristóteles había dicho.
Por los alrededores del siglo
XVI, ya había alguien que tenia una idea moderna
de lo que es el amor y comenzaba a acercar este fenómeno mas a las manos de los seres humanos, en la persona de Romeo,
Shakespeare, Describía las etapas del amor con tal
sutileza que pasaba desapercibida la enseñanza que intentaba. En la escena primera durante la conversación de Romeo con Benvolio es increíble como se reflejan las características del amor, para Romeo, después de un crudo ataque al amor, define a este como el
humo engendrado por el hálito de los suspiros. Si lo
alientan, es chispeante fuego en los ojos de los enamorados. Si lo contrarían, un mar nutrido con lágrimas de amantes. Añade después que es cuerdísima locura, hiel que endulza y almíbar que amarga. Eventualmente esta concepción va variando según el verdadero sentimiento que
llega a albergar en su debido momento. Después en la escena segunda llegara a afirmar sobre nuestro fenómeno que el amor va en busca del amor como el
estudiante huye de sus libros, y el amor se aleja del amor como el niño que deja sus juegos para tomar los libros. No creo
que sea necesario abundar en lo que Shakespeare nos quería demostrar de lo que es capaz el amor verdadero.
Descartes consideraba que el amor
en una emoción del alma, producida por el
movimiento de los espíritus vitales, que la incita a
juntarse voluntariamente con los objetos que le parecen conveniente. De ahí que el amor nos permita considerarnos súbitamente unidos con aquello que amamos “de manera tal que imaginamos un todo del que somos
solo una parte y del que la cosa amada es la otra parte”.
Ya para el siglo XVII encontramos
en Leibniz, filósofo, matemático y estadista alemán, considerado como uno de los mayores intelectuales de su
siglo; que “cuando se ama sinceramente a una persona no se busca el propio
beneficio ni un placer separado del de la persona amada, sino que se busca el
propio placer en la satisfacción y en la felicidad de esta persona y si esta felicidad no placiera
por si misma si no a causa de la ventaja que podría resultar para nosotros, no se trataría ya de un amor sincero y puro. Es necesario pues, que pueda
encontrarse un placer inmediato en esta felicidad ya que aquello que da placer
inmediato por si mismo, pues constituye (al menos en parte) la finalidad de
nuestros propósitos y es algo que entra en
nuestra propia felicidad y nos da satisfacción.
Como preludio a lo que serviría a Hegel como base para su aporte en esta cuestión Vauvenargues diría que “el amor es complacerse en el
objeto amado”, que amar una cosa significa
complacerse en su posesión, en su gracia, en su aumento.
Es temer su privación, sus decaimientos, etc.
Según Hegel “la verdadera esencia del amor
consiste en renunciar a si mismo,
olvidarse de si mismo en otro “yo”, y, no obstante, en esa misma
desaparición y ese olvido, encontrarse por
primera vez a si mismo”. Partiendo de esto podemos
considerar que la manifestación principal del amor, que
determina la integridad de este fenómeno, es el enfoque sobre el objeto amor, que engendra la renunciación al propio “yo”.
Conjuntamente con este
desinteresado olvido de sí mismo e idealización del objeto amor, el fenómeno se caracteriza por una espontaneidad dialéctica “como una expresión selectiva, libre y al mismo
tiempo orgánicamente forzada de las
profundidades naturales y espirituales de la personalidad, el amor ni en su
surgimiento, ni en su extinción se programa por la razón y la voluntad, aunque se encuentre bajo el control
de estas”.
Freud por su parte fue de los
primeros en aterrizar el fenómeno amor cerca del alcance
humano, incluyendo la parte biológica de una manera mas franca. Su aporte seria la base, para una
tendencia atrevida que se desarrollaría casi un siglo después. Según él, el amor es la especificación y la sublimación de una fuerza instintiva
originaria, la libido. Al mismo tiempo que Scheles afirmaba que “el amor verdadero consiste en comprender lo bastante
a otra individualidad moralmente diferente de la mía. En poderme poner en su puesto aun considerándola otra y diferente a mi y afirmar, sin embargo,
con calor emocional y sin reservas su propia realidad y su propio modo de ser”. Y creo profundamente que ante este aporte es
inevitable no pensar en el mensaje de amor de Jesús. Así mismo Scheles reconoce con Freud
que “el amor sexual representa un
factor primordial, fundamental, en el sentido de que todas las otras variedades
del amor vital o de la vida instintiva derivan su fuerza y vitalidad de tal
amor”.
Sartre por su parte considera que
el amor es un proyecto de realizar la unidad o la asimilación entre el yo y el otro. Que esta exigencia de
asimilación es, en lo referente al yo, la
exigencia de que él sea una totalidad, un mundo, un
fin absoluto para el otro. Que el amor es fundamentalmente un querer ser amado;
y querer ser amado significa “querer situarse fuera de todo el
sistema de valores puestos por los otros, como la condición de toda la valorización y como el fundamento objetivo de todos los valores”. Algo extraño viniendo de alguien que considera al hombre esclavo de su libertad
por el tan simple hecho de ser responsable de todo lo que hace.
Después de todo esto a alguien se le ocurrió de decir que “un hombre que no haya nunca visto
las cosas bellas en compañía de la mujer amada, no ha
conocido en su plenitud el mágico poder que tales cosas
poseen. Por lo demás, el amor se encuentra en
situación de romper la dura corteza de su
propio yo porque es una especie de colaboración biológica en la que las emociones del
uno son las necesidades para la satisfacción de los instintivos propósitos del otro”.
Así definía el amor nuestro querido Russell, una persona realista, que creía que los objetos percibidos por los sentidos poseen
una realidad inherente al margen de la mente. Decía además que todo aquello que da valor
intrínseco a una pareja es amor y que
como el arte y el pensamiento, es una de las cosas supremas que hacen que la
vida sea digna de ser vivida.
Hoy en día, los psicólogos nos dicen exactamente lo mismo, solo que de una manera mas técnica y tal vez menos entendible. De ahí que nos digan que el amor en un complejo sistema
intelectual – emocional – volitivo compuesto por una gran cantidad de
elementos cambiantes. Pero cuales son esos elementos cambiantes y como
diferenciar ese complejo sistema de algo tan sencillo como un capricho o de una
infernal obsesión. Ante esto, los profesionales
de la mente nos responderían que en contraposición con el sentimiento fugaz, que transcurre rápidamente, del enamoramiento, el verdadero amor
presume una profundidad de emociones, se distingue por la plenitud de su
manifestación y su integridad, su incompatibilidad,
su individualidad.
Un aporte interesante nos lo
ofrece Lennon en su canción “Love”, y con un tono un tanto melancólico nos describe lo que para él es el amor y lo primero que nos dice es que es
real y que además de esto es una necesidad. También nos dicen que el amor es saber que podemos ser; y
creo personalmente que para entender esto lo que necesitamos, como nos lo
recomendara Lennon junto a McCartney, es amor.
Claro que también hay quienes han tratado de simplificar este fenómeno a partir de la búsqueda de placer, a partir de objetivos procreativos, y consideran al
amor como una conceptualización de la atracción sexual elemental.
Después de todas estas concepciones que no son mas que una evolución de la otra o una adaptación de la misma a las distintas maneras de pensar
podemos concluir que el amor, al menos es bueno, no anula la realidad
individual y la autonomía del individuo sino que tiende a
reforzarla mediante un intercambio reciproco emotivamente controlado en el cual
cada uno busca el bien del otro como si fuera su propio bien.
Es
cierto que pudiéramos enfocarlo como una respuesta molecular
adaptada a necesidades internas de un individuo que se ve afectada a la vez que
afecta a una conceptualización racional, a veces irracional, del medio
exterior que rodea a dicho individuo, obligándolo
a ser participe de dichos conceptos , sometiendo la voluntad de dicha respuesta
a los criterios del medio en que se esta desenvolviendo, tratando, por medio de
artificios intelectuales o espirituales, de reducir a lo mas mínimo
el trauma de una alineación segura. Pero creo que enfocarlo así
seria contemplar tan solo la mitad del fenómeno.
Porque para saber qué es el amor, es necesario entenderlo como la
resultante de la unión de dos elementos fundamentales, los que
definen la mera existencia del ser humano. Hay que comprender que es el
producto de una interesante interacción,
o simbiosis, como me gusta mas apreciarlo, entre las necesidades biológicas
de nuestro cuerpo y de nuestra capacidad intelectual de dar significado a
cuanto vemos y sentimos, que es lo que nos separa sin duda alguna del reino
animal. O dicho de la manera mas simple que se pueda concebir, el amor fue lo
que nació
cuando se juntaron en la maraña de lo cósmico
la carne y el espíritu.